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La complejidad de las elecciones en Estados Unidos

 

El próximo 3 de noviembre el mundo se prepara para conocer el desenlace entre los precandidatos presidenciales de Estados Unidos, el demócrata Joe Biden y el republicano Donald Trump. No es una fecha fija la celebración del cónclave en cuestión, sino que se trata del martes inmediatamente después del primer lunes de noviembre. Contrario al resto del mundo, estas elecciones son muy sui generis, por los componentes que destacaremos a continuación.

En los Estados Unidos, existen dos votos: el popular y el electoral; el primero elige al segundo y el segundo al Presidente. Eso quiere decir que aunque aparentemente el ciudadano vota por una boleta en la que está plasmada la figura del candidato presidencial, en realidad lo que está haciendo es votar por un compromisario en el que está delegando su voto, para que éste a su vez vote por ese candidato.

En USA existen 50 estados y el Distrito de Columbia (Washington,
D. C) que es la capital. En cada estado por separado se celebran elecciones el mismo día (algunos inician su votación temprana con varias semanas de anticipación); a estos se les asigna una cantidad de votos electorales equivalente a su número de congresistas (sin que en ningún caso sea inferior a 3, y que pueden variar con el censo celebrado cada 10 años); dos por los senadores y uno por cada representante (diputado); en el caso de la capital que no tiene senadores, se le le asignan 3 votos electorales.

Aunque hay 50 estados más la capital, teóricamente 11 estados definen las elecciones, ya que de los 538 votos electorales en total, estos representan los 270 que precisa un candidato para alzarse con la Presidencia: California (55 votos electorales), Texas (38), Nueva York 29), Florida (29), Pensilvania (20), Illinois (20), Ohio (18), Georgia (16), Michigan (16), Carolina del Norte (15) y Nueva Jersey (14). Quien sea capaz de seducir esos estados, no necesita obtener ni un sólo voto en el resto del país.

En la práctica sin embargo ello no es así, puesto que de esos estados hay algunos que son históricamente seguros (estados fieles) para los demócratas y otros para los republicanos; tanto, que los candidatos que no son acreedores de esa fidelidad, sólo por “protocolo” los visitan, pero no invierten en ellos su logística de campaña, así como tampoco su tiempo. En donde sí centran toda su atención y se convierten en caballeros seductores, es en los denominados estados bisagras conocidos por ellos como “swing states”, los que serán decisivos para el resultado final de las elecciones. Son: Florida, Carolina del Norte, Arizona, Ohio, Georgia, Iowa y Michigan.

Para los amantes del béisbol, vamos a comparar las elecciones de Estados Unidos con la Serie Mundial, en la que no precisamente gana la serie el equipo que hace la mayoría de las carreras, sino el que gana la mayor parte de los partidos. La situación de los estados bisagras es muy parecido a los hombres “mujeriegos”; a sus leales esposas las descuidan porque saben que está segura en casa, mientras que su mayor atención es centrada en la hermosa mujer “de la calle” que pretenden conquistar, a sabiendas que al mínimo descuido o maltrato hacia ésta, se va con el adversario.

Según los antecedentes electorales y las últimas encuestas, Trump es claro favorito en 23 estados, y en cambio, Biden se espera gane con cierta comodidad en 20 y Washington DC. El candidato que gane en un estado determinado aunque sea por diferencia de un voto, se lleva todos los votos electorales de ese estado. Sólo dos se exceptúan de ello: Maine y Nebraska; en los que cada quien obtiene los votos electorales que le otorgan los ciudadanos.

En toda la historia electoral de EE.UU sólo han existido cinco casos en los que un candidato que no haya ganado las elecciones populares, se convierta en presidente electo: 1824, 1876, 1888, 2000 y 2016. En el particular caso del 1824, ningún candidato obtuvo la mayoría absoluta de los votos del colegio electoral por lo que, en virtud de la Duodécima Enmienda, la decisión de tal elección pasó a manos de la Cámara de Representantes.

Si ninguno de los candidatos obtiene los 270 votos electorales necesarios para ganar la Presidencia, corresponde la responsabilidad de su elección al Congreso; los representantes eligen al Presidente y los senadores al Vicepresidente. En 1824, los primeros otorgaron la presidencia a John Quincy Adams, en detrimento del candidato que había ganado tanto el voto popular como el del colegio electoral, Andrew Jackson; quien ante tal situación decide fundar el Partido Demócrata

Aunque existe el bipartidismo (Demócrata y Republicano) en el que sólo uno de ellos gana la Presidencia, tienen el derecho a participar candidatos independientes que aunque en ninguno de los casos ganan las elecciones, pueden afectar a un determinado candidato con el voto popular, que le podría hacer perder las elecciones. Por ejemplo, en 1992 el candidato independiente Ross Perot participó en las elecciones presidenciales contra el demócrata Bill Clinton y el republicano George W. Bush, obtuvo el 19% del voto popular; sin embargo, no alcanzó a ganar ningún voto electoral.

Es importante destacar que aunque moralmente los compromisarios (electores) están compelidos a votar por el candidato del partido para el que han sido designados, ni la Constitución ni las leyes les prohíben votar por un candidato contrario. En las pasadas elecciones del 2016, un compromisario republicano, Christopher Suprun, del Estado de Texas, anunció que se negaba a votar por Donald Trump en la segunda fase de los comicios. De esta forma, Suprun pasó a formar parte de la lista de electores desleales en la historia del país, que hasta ahora cuenta con 157 casos.

Cronológicamente, el proceso electoral se inicia con las primarias de cada partido para elegir a su candidato (en el oficialista no se le disputa la candidatura al Presidente que opta por su reelección), entre febrero y julio. Todos los ciudadanos (incluyendo Puerto Rico e Islas Vírgenes) votan en sus respectivos territorios por el candidato de su elección; sin embargo, para votar en las elecciones generales, deben previamente empadronarse en cualquiera de los estados o el Distrito de Columbia (excepto Dakota del Norte).

En los Estados Unidos, algunos estados pueden iniciar con anticipación sus elecciones (votación temprana); que en el caso de la actual pandemia es beneficioso para evitar aglomeraciones en los centros de votación. Aunque no todos los estados permiten la votación temprana, a la fecha, más de 17 millones de ciudadanos estadounidense ha sufragado por su candidato de preferencia.

Finalmente, los electores o compromisarios designados, votan el lunes inmediatamente después del segundo miércoles de diciembre por el candidato de su partido; en la primera semana de enero, el nuevo Congreso instalado recibe los votos electorales de los estados, los recuenta, certifica y anuncia solemnemente el nombre del presidente electo. El 20 de enero se celebra la ceremonia de investidura en la Casa Blanca. Esa fecha es inamovible desde 1933.

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