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El alto precio del servidor público

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Decía el filósofo estoico griego llamado Epicteto, que «El hombre sabio no debe abstenerse de participar en el gobierno del Estado, pues es un delito renunciar a ser útil a los necesitados y una cobardía ceder el paso a los indignos».

Con su venia, osaré disentir de tan excelsa aseveración, al menos en lo relativo a la “cobardía” de ceder el escenario; toda vez que vivimos en un país con la cultura de “dame lo mío”; en donde el voto a pesar de ser un deber, el ciudadano lo convierte en herramienta para chantajear al que aspira a servirle.

Aspirar a una posición de elección popular (director de Junta, alcalde, diputado, senador o Presidente de la República), es como caminar descalzo sobre piedras con una cruz en la espalda; es lo que más se parece a una soltera veinteañera muy hermosa, que donde quiera que llega deslumbra a todos con su belleza; y tiene detrás a más de quinientos “enamorados”. dispuestos a conquistarle.

Esa señorita debe tener una elevada capacidad de discernimiento a la hora de elegir a quien ella desea para su esposo; dentro de esos “tígueres” hay unos que quieren decir: “me la di”; otros cuyo único objetivo es “turismo emocional”; algunos sólo por “un pasa rato”; otros la ven como un seductómetro (para medir su capacidad de seducir); y unos cuantos que la desean para su compañera de toda la vida.

En muchas circunstancias me ha tocado apoyar a amigos políticos que han aspirado a todas las posiciones de elección popular; con algunos de ellos he estado en el primer anillo de colaboración; sé cómo piensan y actúan ante el electorado; he sido víctima de chantaje por muchos votantes, quienes descaradamente me han dicho: “si no te canteas conmigo, tu candidato no tiene nada que venir a buscar por aquí”.

Un día por ejemplo, aspiraba mi hermano Luis Alberto Mosquea Sanchaz, (una persona de esas que las circunstancias me obligan a apoyarle en sus proyectos) a síndico en las primarias por el PRSC, llevando como contendor a Jose Piña. Llevó a mi natal comunidad unos 200 afiches que entregó a tres dirigentes para que le ayudaran; al llegar, se me acerca el de más rango y me dice: “mire Cristian, por aquí pasó Albertico y nos dejó estos papeles en blanco por ambas caras; nosotros queremos ayudarle, pero no sabemos qué es lo que tenemos que hacer ya que estos papeles no dicen nada”.

Ante tan brillante actitud, pongo RD$2,000 en mano de cada uno, para que “puedan moverse a hacer el trabajo”; la respuesta del mayor no se hizo esperar, con indumentaria del mayor descaro: “ah, pero es a síndico que aspira Albertico; que cuente con los votos de por aquí”. Al papel de inmediato la salió la imagen que se había borrado.

¿Por qué ante ese mercado electoral yo no aspiraría a ningún cargo de elección popular? Porque tengo la convicción que al Estado se va a servir y no a servirse; porque no concibo que un alcalde cuyo salario sea de RD$100,000.00 mensuales, RD$4,800,000.00 durante sus 4 años, tenga que gastar 20 millones para llegar a esa posición (eso sólo lo hace alguien que tenga dinero de sobra; o alguien que sabe va a recuperarlo).

No concibo que alguien que desea servir a su país, tenga que pagar para llegar a esa posición; que sea sometido a torturas y vejámenes por ese electorado a quien va a servir; si aspirase a una posición política, a nadie entregara un peso para que me apoye, porque entiendo que no voy a robar, sino a servir a mi pueblo. El único problema es el caso de la joven veinteañera muy hermosa; que entre tantas personas que van a tocar la puerta del electorado para llegar al puesto y hacerse ricos, no puedo yo ser un iluso y pretender que vayan a creerme que no ando detrás de lo mismo.

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