El 27 de febrero pasado, y en otros escenarios, el Presidente Luis Abinader se ha quejado amargamente de la ‘falta de solidaridad’ de los grandes países en la distribución de las vacunas. Otros gobernantes y organizaciones multinacionales han hecho lo propio.
Las vacunas que compramos con gran antelación –la anglo-sueca AstraZeneca y la norteamericana Pfizer- con promesa de entrega en marzo, han quedado en un limbo, mientras el país luchaba con el desastre que nos provocaba la pandemia.
Ante la situación, el país salió a buscar de otros suplidores de vacunas, como e China, donde logró negociar dos millones de la Sinovac. En ese momento ya los dominicanos comenzaban a ser inoculados con vacunas de dos cargamentos donados por India –de 20 mil y 30 mil, cada uno- de la fórmula AstraZeneca, que se fabrica allí.
El anuncio de la llegada hoy de un millón de las vacunas de China, entonces, ha traido un alivio a mucha gente que vio con ciertos y fundamentados temores que no podrían o se retrasaría recibir la segunda dosis o la la oportunidad de vacunarse.
La vacuna es la solución del momento. China, norteamericana, inglesa, rusa, cubana, de donde sea, si está aprobada, vacúnese.
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